El proceso investigativo tiene diferentes etapas. Muchas veces estas etapas no son lineales sino que la vas construyendo a medida que vas avanzando en tu proceso investigativo.
Así, debemos tener claro que la forma en que nos aproximamos a una investigación no es casual. Una vez que se ha planteado el problema, deben tomarse decisiones teóricas y metodológicas que ayudarán a desarrollar tu estudio.
Estas decisiones se tomarán en base a una orientación epistemológica.
La Epistemología -del griego ἐπιστήμη ─epistḗmē (conocimiento) y λóγος -lógos (pensamiento, inteligencia o sentido) es el nombre que recibe el estudio del conocimiento científico y no científico. Es una rama de la filosofía, por ende, analiza los supuestos filosóficos de las ciencias (Briones, 1996) y permite reflexionar acerca de la manera en que se realizan las investigaciones que crean el conocimiento científico.
La orientación o base epistemológica es importante, porque abarca la fuente del saber de una investigación -gnoselogía- y la relación de ésta con lo investigado -ontología-. Es decir, “expresa el compromiso de dilucidar entre los caminos del tratamiento de la teoría y de la relación con la práctica” (De Berríos y Briceño: 2009, 48).
Como investigadores e investigadoras, debemos saber que el planteamiento, desarrollo y conclusión de una investigación no son casuales. Si bien algunos diseños metodológicos permiten más flexibilidad por sobre otros y existe siempre una apertura a la serendipia, los principios sobre los cuales pensamos nuestra investigación son razonados e intencionados. Elegimos la manera en que quisiéramos relacionar la teoría que nos respalda con los resultados a obtener.
Es por ello que tener claridad sobre cuál es la base epistemológica de nuestro trabajo, ayudará a elegir el enfoque teórico y a construir un diseño metodológico adecuado al tema de investigación.